Otro grato reencuentro con Los Ángeles tuvo recientemente el poeta Rafael Rubio, ahora como uno de los cuatro invitados a un par de encuentros literarios que convocaron en su gran mayoría a estudiantes y que se llevaron a cabo a mediados de octubre.
Durante la jornada, promovida por el departamento de Extensión Cultural de la Municipalidad, compartió aspectos de su vida y obra junto a sus pares Abel Sandoval de esta ciudad, Omar Lara de Concepción y Patricio Morales de Chillán, primero ante alumnos, profesores y directivos del Liceo Bicentenario, y por la tarde frente a futuros profesionales y público en general congregados en la sede de la Universidad Santo Tomás.
Al margen de sendas citas, el autor de “Arbolando”, “Madrugador Tardío” y “Luz Rabiosa” -sus tres primeros poemarios- volvió a poner los pies sobre la misma tierra que lo acogió en los albores de la década de los ’90, cuando tenía 14 años, y que lo marcó para siempre, tanto en términos familiares como vocacionales.
Aquí, en efecto, no solo llegó en aquella ocasión procedente de Santiago con Pedro Eyzaguirre, su segundo padre después del también poeta Armando Rubio, sino que además comenzó a formar su propia familia con la angelina Yeny Díaz y descubrió la veta lírica que lo transformó en una de las voces chilenas más potentes de la actualidad.
Para venir una vez más a nuestra provincia, dejó de lado por un momento su residencia capitalina, al igual que las clases y talleres que dicta en la Pontificia Universidad Católica -donde obtuvo un doctorado en literatura-, en alguna otra casa de estudios superiores y de manera particular.
Pero no reapareció sin su amada compañera de la vida y menos sin la pequeña Rafaela, a quien vieron nacer hace cuatro meses. Y entremedio de sus quehaceres artísticos y domésticos se dio tiempo para contestar una serie de preguntas referidas a los dos ámbitos.
ESTUDIOS E INCURSIÓN LITERARIA
Tu enseñanza media la cursaste en el Liceo Alemán del Verbo Divino de Los Ángeles. ¿Cómo fue esa etapa?
“Fue una experiencia muy mala”.
¿En qué sentido?
“En el sentido de que se aplicaba una disciplina casi militar y no ocultaban su ideología de fondo, entonces era un ambiente muy competitivo, muy clasista por sobre todo y de muy poca tolerancia. Me costó mucho sobrevivir ahí”.
¿Eso dificultó lo que ya estabas realizando en cuanto a literatura?
“Si, pero ahí yo tendría que mencionar una excepción, porque en ese colegio había un profesor -Luciano Burgos- que siempre me estimuló mucho en relación a mi trabajo creativo y recibí un apoyo importante de su parte. Le tengo mucha gratitud, de todas maneras; en esa época yo escribía cuentos, y él vaticinaba que me iba a ir muy bien como cuentista”.
¿Tales narraciones tenían algo de lo que después empezaste a desarrollar?
“Eran narraciones bien experimentales en realidad, que fueron derivando poco a poco hacia la prosa poética, y de la prosa poética hacia el verso. Fue como un tránsito natural”.
En esos años había un paso o un cambio político a nivel nacional. ¿Sentiste ese proceso que comenzaba o era algo ajeno para ti?
“No es algo ajeno en absoluto, porque cuando yo era chico y estaba en Santiago me tocó vivir muy de cerca las protestas y el miedo; yo era muy chico para entender en toda su magnitud la significación de vivir bajo la dictadura, pero sí recuerdo el miedo y noté después el término del miedo. Me acuerdo nítidamente cuando triunfó el ‘No’ y experimenté la alegría de esa victoria sin tener muchos conocimientos acerca del tema, pero era una alegría que se respiraba y que contagiaba”.
Y después del liceo, ¿Qué siguió para ti en relación a la escritura?
“Luego fe muy importante un taller al que empecé a asistir y que dirigía Ema Pantoja, al que asistían personas de todas las edades, principalmente jóvenes que después sacamos una antología. Esa instancia de diálogo literario y de compartir con otras personas que estaban en el mismo proceso que yo, fue súper productiva”.
¿Con quiénes compartiste en ese taller?
“A ver…, estaba Pedro Álvarez, un gran amigo mío que dejó de escribir para siempre y que era muy buen poeta; estaba también ahí Paola Villar, y Glenda Inostroza, en fin”.
DE LA LECTURA A LA ESCRITURA
Y antes de establecerte provisoriamente acá, ¿qué etapas habías vivido de tu proceso literario personal?
“Escribía esporádicamente cuentos y poemas. Con mi abuelo poeta (Alberto Rubio) tuve la oportunidad de generar ciertos intercambios literarios. Recuerdo que el me dio un par de consejos muy significativos; uno de ellos me lo dio una vez que le mostré un poema social en el que yo hablaba de las manos de los pescadores, curtidas por el trabajo y las injusticias, en fin, entonces me dijo ‘oye, Rafael, está bien, pero ¿tú has visto las manos de los pescadores alguna vez?’, le respondí ‘no, la verdad es que no’, ‘entonces estamos mal’ me dijo, ‘tú no puedes escribir nunca de algo que no hayas visto’. Ese fue un consejo súper importante de mi abuelo”.
Por lo tanto, ¿al llegar a Los Ángeles lo que más habías hecho era leer?
“Claro, más que nada leer”.
¿Aquí comenzaste, entonces, a dedicarte netamente a la escritura? ¿Encontraste también fuentes de inspiración?
“Cuando ya empecé a escribir poesía sistemáticamente, lo hice estando acá, en Los Ángeles. Yo vivía en una parte que no era el centro sino camino a Santa Fe, en un campo, y muchísimos poemas de ‘Arbolando’, por ejemplo, que hablan sobre la naturaleza o que tienen como tema el mundo natural, surgieron justamente aquí, a partir de la observación de los árboles, de los trigales”.
Por ende, ¿se puede decir que en esta tierra definiste tu vocación literaria?
”Plenamente, acá fue donde la definí”.
¿Te consideras un poeta angelino?
“Si, poeta angelino”.
¿Por qué?
“Porque eché raíces acá, raíces artísticas y humanas también”.
PADRE: FIGURA Y CONCEPTO
¿Cómo ha cambiado tu visión de la figura paterna ahora que estás convertido en padre?
“Es fuerte, porque uno, siendo padre, entiende de un modo mucho más rotundo lo que significa serlo”.
Y en relación a lo que escribiste, sobre todo en Luz Rabiosa, ¿en qué ha variado tu percepción del padre?
“Cuando nació mi hija yo estaba ahí, estuve presente en el momento mismo del parto, y cuando asistí a ese proceso me di cuenta que no había una gran diferencia entre el momento del parto y el momento de la muerte, porque yo vi morir a mi papá, estuve ahí, él prácticamente murió en mis brazos, y también vi nacer a mi hija, a la que tomé en brazos inmediatamente, apenas salió de su escondite. Entonces, me di cuenta que el momento de la muerte y el momento del nacimiento eran dos manifestaciones de la vida, dos experiencias vitales que no se diferencian mucho. Encuentro que la muerte y la vida en el fondo no son antinomios, no son términos opuestos, sino, por el contrario, son un mismo fenómeno”.
Tú has dicho que la poesía te ayudó a aliviar en parte el dolor ante esa muerte, la de tu segundo padre. ¿Esta experiencia marca otro paso en tu vida personal?
“Si, y es como sentir al padre vivo en el acto de ser papá también uno”.
¿Esto podría distanciarte de lo que ya planteaste en “Luz Rabiosa”?
“Si, puede ser”.
También has afirmado que este sí es un buen libro, a diferencia de los anteriores. ¿Sientes que estás alcanzando la madurez literaria o que tal vez ya la has logrado?
“No, menos mal que no, siento que todavía no, y eso me estimula mucho a seguir escribiendo. Justamente hay alguien que dijo por ahí que en realidad los poetas escribían toda una vida, persistentemente, con el solo objeto de dejar dos o tres poemas para la posteridad, nada más, y eso puede pasar cuando uno tenga, no sé, 80 años. Yo siento que todavía no, todavía no he dado todo lo que tengo que dar”.
En este proceso, ¿cuál dirías que es tu espacio o tu rol dentro de la gente que escribe?
“Yo diría que mi rol, o el lugar que ocupo, tiene que ver con una concepción de la poesía como un trabajo material, como un oficio, no ya como un arte; el arte tiene una carga ideológica distinta a la noción de trabajo, entonces en vez de poeta como artista prefiero el poeta como trabajador, creo que por ahí va mi línea”.
UN POETA EN LA METRÓPOLIS
¿Cómo vive un poeta en Santiago, sobre todo un poeta joven?
“Viviendo la cotidianeidad, como todo el mundo; somos todos iguales”.
¿No te complica la metrópolis, saturada de tantas cosas?
“Sí, lo que pasa es que yo lo contrapeso con un estado de silencio casi permanente, entonces estoy en la ciudad pero estoy en mi rollo todo el tiempo”.
¿Tienes obstáculos para crear en Santiago?
“Para nada. Bueno, surgen mucho menos poemas suscitados por la naturaleza, escribo menos de eso, pero el estímulo permanece”.
A lo mejor eso te permite profundizar más en el ser humano.
“Puede ser, sí”.
A falta de naturaleza exterior.
“Bueno, el libro de mi papá se llamaba ‘Ciudadano’, el que alcanzó a publicar”.
Y tus venidas al sur, ¿Cómo son y qué significan para ti?
“Son por lo general muy efímeras, muy rápidas, vengo por pocos días siempre, salvo en el verano, cuando hago un taller de poesía para la Municipalidad, ahí me quedo un poco de tiempo más. Y tengo muy buenos amigos acá, no solo en el ámbito literario, sino que también en el área de las artes visuales, amigos muy talentosos”.
¿Te mantienes en contacto con angelinos como Floridor Pérez y Jaime Quezada, que residen en Santiago y han prologado algunos de tus libros?
“Sí, Floridor Pérez prologó ‘Caudal’ (antología), y Jaime Quezada hizo una presentación muy bonita para el Premio Pablo Neruda (que lo obtuvo el año 2008)”.
¿Qué cosas en común facilitan esta relación con ellos?
“Hay hartas cosas en común, lo principal es que Jaime Quezada fue muy amigo de mi papá y Floridor Pérez fue muy amigo de mi abuelo Alberto. A mi tío Floridor lo conocí cuando yo estuve en el taller Neruda, en Santiago; yo tenía 19 años más o menos. Y desde un principio ellos se mostraron muy interesados en mi trabajo, me empezaron a invitar a las lecturas y a incorporar de a poco en el ambiente literario”.
NUEVAS OBRAS EN CAMINO
Uno de tus amigos angelinos es Cristian Fuica, quien publicó “Luz Rabiosa” a través de su editorial. ¿Esos vínculos se van profundizando entonces?
“Van afianzándose. Y ahora vamos a publicar un libro de cuentos de mi papá, con la misma Ediciones ‘Camino del Ciego’”.
¿Y qué fecha, más o menos, tienen prevista?
“No sabemos todavía, pero estamos en eso”.
¿Va a ser pronto?
“Puede ser a principios del año 2013… Esa es una veta desconocida del trabajo de mi papá, como narrador, porque se le conoce principalmente como poeta, pero como narrador tiene una obra muy interesante”.
A la vez, estás preparando un libro nuevo. ¿En qué etapa vas?
“En corrección, pero una corrección que yo creo que va a terminar en marzo; me quedan algunos meses para corregirlo bien”.
¿Corriges solo?
“Sí, solo, aunque a veces pido ayuda. Por ejemplo, a Floridor le he mandado mi libro por archivo adjunto y él de repente me dice ‘oye, Rafael, ¿sabes qué?, en este poema creo que tienes que repensar este elemento’”.
¿Le tienes ya un título?
“‘Mala siembra’. Y ya está prácticamente listo, aunque igual, como sigo escribiendo poemas, estoy incorporando permanentemente otros poemas al libro. O sea, no tan solo hay corrección sino también inclusión de textos nuevos”.
¿Y de qué trata esta ‘Mala Siembra’. ¿Insistes o profundizas en algunos tópicos?
“‘Mala Siembra’ en realidad implica un giro desde lo individual, que es lo que predominaba en ‘Luz Rabiosa’ -una experiencia individual de la pérdida del padre, no la del padre en general sino la de un padre: el mío-. Ahora hay una apertura hacia lo social, hacia lo comunitario, y se llama así porque el eje de contenido vendría a ser la escasez, la precariedad, ya no individual solamente sino que también social; del dolor individual al dolor social, ese es como el paso”.
Y en lo formal, ¿mantienes elementos o recursos que ya has venido aplicando?
“Sí, sigue el interés por la métrica, que ya lo asumo como un rasgo personal, aunque experimento con varias formas métricas que no había trabajado en ‘Luz Rabiosa’. Verso libre también hay, algunos monólogos dramáticos y hartos sonetos”.
POSITIVOS ENCUENTROS
¿Cómo fueron para ti los dos encuentros literarios sostenidos en octubre?
“Lo pasé súper bien. Y fue un gusto haber escuchado a Omar Lara, que es un gran poeta; debería dársele más espacio. A Patricio Morales lo conocí ahora, es muy simpático. Y a Abel Sandoval lo conozco desde que tengo 18 años; hemos conversado harto y nos hemos leído nuestros trabajos”.