Foto por Fernando Castro Cid
Cuando Carlos Pedreros y su esposa, Silvia Toloza, compraron una parcela de casi una hectárea en el sector Santa Luisa -al norponiente de Nacimiento- alrededor del año 2005, simplemente pretendían tener un espacio alternativo a la casa que poseían en el área urbana y cultivar la tierra, sobre todo la viña que recibían como parte de la adquisición.
Nunca imaginaron que ese sería el lugar donde tomaría forma una visionaria -aunque tradicional- propuesta de edificación, pionera en las últimas décadas dentro de nuestra provincia y, más aun, a nivel comunal.
La idea nació de su hija Karen, una arquitecta recién titulada en la Universidad de Concepción, quien vio entonces la oportunidad de aplicar en plenitud una técnica que había estudiado y explorado al hacer la práctica de diseño en el cuarto año de su carrera, desafiada como alumna a concebir una casa de campo usando un material no convencional que le permitiera crear una construcción de calidad, con más metros cuadrados y a un menor costo.

Así se reencontró con el sistema constructivo de quincha o bajareque, consistente básicamente en un tabique, armado a partir de una estructura de madera, reforzada y cubierta con un entramado de varillas de coligues o listones dispuestos en la horizontal, rellenado y revocado en ambas caras con diversas mezclas de barro.
Desarrollado en Sudamérica desde épocas preincaicas, este procedimiento autóctono se utilizó intensivamente hasta la primera mitad del siglo XX, cayendo en desuso, entre otros factores, por las campañas sanitarias que lo asociaban a la aparición de roedores o insectos, por la vulnerabilidad de tales construcciones y, ante todo, por la entrada en el mercado de las láminas de zinc como solución rápida y fácil para erigir.
Con éstas, precisamente, ambos integrantes del matrimonio nacimentano pensaban armar gran parte de la futura casa en el terreno adquirido, pero la joven profesional los convenció de usarlas únicamente para el techo, y de hacer algo distinto y tan funcional como lo que sus padres querían. “Tuve que esforzarme mucho al momento de presentarles el proyecto, tal como si lo hubiera hecho frente a un cliente”, recuerda ella.
A su favor había argumentos más que suficientes, de todas maneras, muchos basados en su formación académica y otros en el conocimiento que poseía respecto a la realidad local: “De hecho, uno de los objetivos era utilizar materiales de la zona para disminuir gastos y aquí mismo teníamos lo más importante: un suelo arcilloso, reconocido históricamente a nivel nacional”.
En definitiva, explica, debido a la distancia de la ciudad -la hijuela se encuentra a 10 kilómetros del área urbana- “se hacía necesario proyectar un espacio para refugiarse durante la estadía y que además cumpliera el rol de segunda vivienda, apropiada para el descanso, aunque tiene un carácter privado y a la vez público, porque está abierta a los familiares y amigos con el objeto de compartir días de campo y diversos eventos”.
OBRAS

Con el diseño listo en noviembre de 2009, los tres iniciaron una primera etapa de edificación al mes siguiente, incorporando también a Diego -el menor de los dos hijos del grupo familiar-, parientes y vecinos, para hacer el trazado y la estructura de uno de los dos volúmenes contemplados, destinados a dos dormitorios y el baño.
Sobre una fundación aislada, de pilotes de concreto combinados con madera impregnada, levantaron un armazón de pino en bruto para tabiquería y techumbre, reforzada por una subestructura de coligues, lo que le da al conjunto mayor elasticidad, haciéndolo más resistente a los sismos y conformando una especie de malla para sostener el barro.
Del lugar usaron tierra, arcilla, arena -la que obtuvieron, al principio, del río Bío Bío, situado a unos 2 kilómetros-, paja de trigo y avena, bosta de caballo, pigmentos de greda de color y piedras, estos últimos para el revestimiento, logrando a fin de cuentas que la vivienda se mimetizara con su entorno.
Además, utilizaron materiales sobrantes o desechados, como botellas de vidrio integradas particularmente al muro del lado poniente, a objeto de hacer un juego con éstas para filtrar la luz del atardecer, y de afuera solo trajeron elementos que no existían en el medio local, entre ellos la cal hidráulica, el vitrificante de piso, el protector de madera y brochas especiales.
El trabajo de tres meses quedó expuesto nada menos que al terremoto del 27/F. Sin embargo, la obra resistió sin problemas los embates del megasismo, excepto por algunas fisuras y el consiguiente desprendimiento de una pequeña porción del revestimiento.
Más difícil fue la prueba que significó el invierno del año 2010; no obstante, se había resguardado la construcción parcial cubriéndola con nylon.
A partir del siguiente verano -única época del año que brinda mayores posibilidades de avanzar-, comenzaron a ejecutar la segunda fase, adosando un segundo volumen hacia el costado norte y en un nivel inferior -dada la pendiente que presenta el terreno-, con una mezcla mejorada para el relleno y el uso de una betonera, por ejemplo.
En efecto, señala Karen Pedreros, “he ido aprendiendo más del tema y perfeccionando la técnica a medida que la casa se va haciendo”, proceso en el que resultó determinante su participación en la Primera Feria Tecnológica de Arquitectura en Tierra, organizada por la Fundación Cofre y efectuada en Santiago el año 2011.
En la capital confirmó muchos de los fundamentos de su propuesta y dilucidó algunas de sus principales inquietudes, consolidando su visión conceptual como para dejar en óptimas condiciones la vivienda que ya sobresale en este punto de las faldas de la Cordillera de la Costa.

Ahora están terminando la cocina y el estar-comedor, espacio más bien público que se orienta hacia el norte conduciendo a una terraza y un corredor, los cuales serán cubiertos por un alero de palillaje -y éste, a su vez, por planchas de policarbonato- que dejará pasar los rayos solares en invierno y los filtrará en verano, lo que se podrá complementar con alguna planta trepadora, tipo parra.
La tercera y última etapa se ha previsto para la próxima primavera, considerando la implementación del baño, la instalación de una estufa y las terminaciones, junto con el mobiliario, que parcialmente quedará adosado a las paredes y estará hecho de tierra, al menos en parte.
Sumando a tales dependencias una despensa y una bodega, la nueva vivienda tendrá en total 62 metros cuadrados.
SUSTENTABILIDAD
No obstante, más allá de las habitaciones, los planos y los números que tanto promueve la oferta inmobiliaria masiva, hoy asoma aquí -muy cerca de la consumación- un conjunto arquitectónico cuya corporeidad deslumbra a su propia creadora.
“En el fondo, uno tiene un esquema en la cabeza, pero no logra vislumbrar el resultado”, señala la novel arquitecta de la UDEC, declarándose asombrada, entre otras cosas, por “cómo la luz se cuela a través de las botellas y llega a la tierra de las paredes y a todo el espacio interior, o cómo se ve de noche cuando hay luna llena y cómo es despertar por las mañanas con la claridad especial que produce este tipo de ventanas”.
La fascinación que muestra desde el punto de vista estético va de la mano en su caso con un alto sentido de respeto por el medio ambiente, aunque no se considera una persona ecologista sino a favor de la sustentabilidad y de principios bioclimáticos, preocupada de la eficiencia en el uso de los recursos, la mínima generación de residuos, el ahorro de energía y el reciclaje o la reutilización como componentes esenciales del proceso constructivo.
De todas maneras, no se cree dueña de ninguna verdad en la materia, pues, tal como lo pudo notar hace dos años al asistir a la inédita exposición en la Región Metropolitana, “pareciera que lo tradicional se ha vuelto convencional” y por eso estima que la singular obra que ha contribuido a levantar con sus propias manos está lejos de convertirse en un paradigma, aunque “puede ser un referente para la gente que busca un modelo contemporáneo con un material vernáculo, como el que siempre pensé hacer”.

Pese a que el proceso todavía no se completa, la obra gruesa y los posteriores avances tienen más que orgullosos y satisfechos a sus padres, quienes coinciden con la opinión de muchos que han ido de visita a la parcela en cuanto a que ésta es una casa de lujo, hecha con la máxima simplicidad.
Y mientras en el área urbana de Nacimiento una empresa constructora no sabe qué hacer con las toneladas de material que ha removido desde el subsuelo para establecer los cimientos de la sucursal de un supermercado, allá arriba emerge quizás la más sublime de las especies que podían haber brotado en el sitio de la familia Pedreros-Toloza, en medio de vides, hortalizas, arbustos, flores, árboles ornamentales y frutales, en fin, un predio de gran riqueza y diversidad que habla de una tierra fértil pero también dúctil.