Por: Carolina Abell Soffia
Periodista, Crírica y Curadora de Arte
Giovanna Ruz fija su noción de paisaje en el vínculo violento y tenebroso entre los animales y una supuesta condición humana.
GIOVANNA RUZ: INEXPUGNABLE Y MISTERIOSA
Cada región tiene su propio paisaje, ése que lo define. Aquel que visualizamos: cercano/lejano o propio/ajeno; grandioso/minúsculo o natural/urbano, central/local y todas las diferenciaciones objetivas que podamos establecer. Sin embargo, en el mundo del arte –como se ha visto y dicho–, nos asomamos a paisajes sorpresivos que exponen realidades inimaginadas. Cuadros o ventanas que, tal como los ambientes paisajísticos antes mencionados, nos instan repetir la experiencia de la observación presente rescatando su fuerza y carácter. Esas condicionantes que lo identifican y definen como una herencia cultural que, en el caso de pueblos milenarios exige protección, y, en la condición cotidiana, implica desentrañar valores para su continuidad.
Cada paisaje, real y creado, es un trozo de historia que se puede revivir. Como tal, refleja una travesía histórica atemporal que da forma visible a la identidad individual y colectiva. Por eso, el esfuerzo de búsqueda creadora –desde lo más inmediato y cotidiano– de Giovanna Ruz tiene sentido.
La percepción, la apreciación, el análisis y el conocimiento de la naturaleza de los lugares y sus habitantes (humanos y animales) juegan papeles fundamentales en la concreción de nuestra identidad. Por eso es necesario conocer y comprender el propio entorno. Giovanna, recorre el paisaje exterior que ha visto desde su infancia, pero lo percibe con otros ojos y se apropia de ciertas imágenes que le permiten provocar la final identificación del espectador. En verdad, el paisaje local también la remite a su propia experiencia personal. Es ahí, en esas instancias de conocimiento interior, cuando la percepción juega un rol fundamental para definir la imagen representada.
Giovanna Ruz es viajera. Y como tal, reconoce que en cada una de sus acciones plásticas (pinceladas dirigidas con pesada y liviana materia, borrones y errores lijados y cualquier otra huella de su proceso creador, terminan siendo reflejos de sí misma. Así, el paisaje pintado, tal como el natural o urbano, es memoria.
Más allá de sus límites tangibles, los dramáticos y fantasmagóricos paisajes animales de Giovanna Ruz sostienen las huellas del pasado, reconstruyen recuerdos, proyectan desamparos… Desde la mirada de las sombras de otro tiempo que sólo existe como experiencia, sus imágenes se transfiguran en mensajes conmovedores que sucumben la conciencia, porque cualquier paisaje (quiérase o no) está lleno de significados y, por lo mismo, posee un alto potencial de simbolismo.
A manera de ejemplo, los perros escuálidos, heridos y adoloridos hasta la desfiguración brutal de la materia pictórica presentan simultáneamente la vulnerabilidad del mundo animal, la depredación del escenario íntimo, el quiebre de la dignidad humana y animal y muchas cosas más. El paisaje para G. Ruz es sujeto interior. Su diálogo, a diferencia del encuentro sagrado que implica la tierra para el indígena, es directamente estremecedor, porque desnuda –a través de su lúgubre y potente lenguaje plástico– un problema universalmente negado: la agresión depredatoria de las especies por la sobrevivencia.
Por eso vale la pena preguntarse también sobre el valor simbólico de nuestro paisaje cotidiano, sobre los significados que le asignamos y los que percibimos en él. Al respecto, comenta: “somos puro paisaje, pero nunca me ha parecido un tema para mi pintura. Siempre lo llevo aquí adentro (dice señalando su cuerpo), en bruto, porque es inexpugnable y misterioso y, eso, es lo que intento rescatar. Necesariamente, no busca agradar. Mi pintura comunica algo que no es complaciente en sí mismo”.
Y es cierto, porque Giovanna expone a través de una paleta oscura que –recuerda, por ejemplo, las intervenciones plásticas de Goya y Rembrandt, como también, de A. Kiefer y G. Baselitz– exhibe desde lo silencioso, ahogado y oculto cómo las mutilaciones externas disminuyen identidad. Sin detenerse, sin detenerse a pensar si los modelos formales le sirven o no, ella penetra en el interior de la naturaleza. Hace del paisaje territorio personal suyo y de sus pobladores, pero también de quiénes nada entienden de ese paisaje subterráneo. En tales circunstancias, resulta cada vez más clara y urgente la necesidad de prestarle atención y asignarle esfuerzos al cuidado de ese otro paisaje. Ello implica, sin duda, un proceso reflexivo que se manifiesta a través de un amplio rango de acciones: conocimiento, comprensión, valoración, conservación, preservación y, salvaguarda o restauración. Todo lo anterior con el objetivo final de mantener el paisaje en cierto orden, es decir, en un estado de quietud activa en el cual los innumerables protagonistas que lo componen, logren permanecer equilibrada y armónicamente relacionados. Pinceladas fuertes y reiterativas con materia pictórica pura y brutal, diáfanas transparencias que oscuridades sin fin, agresiones variadas al soporte, chorreados (más o menos justificados) dotan de esa espesura al contenido de una obra anidada en la realidad humana. Eso es, en la huella que arrastra la vida y su confrontación con la depravada violencia oculta. Ese eslabón pictórico vigoroso carece de precedentes en la plástica actual, porque desde su propia tragedia propone, como un espejismo, la posibilidad de retorno a una condición y pertenencia natural que, en el caso del mundo animal, no tiene remedio por motivos de origen. Y, en el caso del ser humano, expone y lamenta, pero también invita a crear un nuevo paisaje.
Existen múltiples definiciones de paisaje, pero Giovanna Ruz nos acerca a la percepción multidimensional de relaciones naturales y, por tanto, ecológicas, ya que también el caos está dado por la ausencia de entorno, por el encierro, por la limitación espacial. Eso es, por todo lo que no es paisaje.
Sí, la noción de paisaje se genera a partir de la percepción del lugar (entendido como espacio abierto o cerrado, natural o urbano, geográfico o imaginario) que lo convierten posibilidad inspiradora de manifestaciones estéticas.
(En la web Camila Reveco de Revista Ophelia, entrevista a Giovanna Ruz Valencia sobre su andamiaje artístico y proceso creativo. Enlace de acceso https://www.youtube.com/watch?v=qdyhwkgfsM4)