Sobre los movimientos sociales que han marcado el devenir histórico de nuestro país hasta hoy, habló Gabriel Salazar en su más reciente visita a Los Ángeles.
Invitado por la Escuela de Educación del Campus de la Universidad de Concepción en el marco de los 50 años de este centro de estudios superiores, el Premio Nacional de Historia 2006 expuso el tema ante un auditorio Manuel Rioseco repleto por más de 200 personas, entre estudiantes secundarios y profesores de enseñanza media, alumnos y docentes del plantel anfitrión, dirigentes y representantes de organizaciones sociales e instituciones, y público en general
De entrada, afirmó que durante varias décadas y hacia principios de los años ’70 cobraron una creciente importancia en Chile y el mundo no solo los movimientos sino una verdadera cultura de masas, que incluía oratoria, arte y propaganda, “porque a la masa había que conducirla y necesitaba vanguardias, ideologías, caudillos, líderes”.
“La masa es una forma de asociación de la población que se caracteriza porque solo existe en la calle, en el espacio público, donde está concentrada, por lo tanto -y este es el punto clave- no delibera y no funciona en asambleas”, precisó, y de allí que la gran mayoría de la gente en ese tiempo, “aparte de seguir, de saltar, de pedir o esperar que le solucionaran los problemas, no actuó nunca soberanamente”.
Por eso resulta interesante, a su juicio, que hoy, pese a quedar rasgos de aquel fenómeno como las marchas y protestas callejeras, hayan surgido los movimientos sociales, es decir, “formas asociativas de ciudadanos que discuten los problemas que los aquejan para buscar por sí mismos las soluciones”.
En otras palabras, dijo el reconocido historiador, tales agrupaciones comienzan pensando o deliberando y asumiendo su condición de ciudadanos soberanos, pues la soberanía radica en la comunidad, “no en la nación como lo dicen nuestras tres constituciones, que han excluido a la ciudadanía de la deliberación necesaria para construir el Estado”.
Así, expresó, desde las bases de la sociedad chilena han emergido en los últimos años las demandas y propuestas colectivas de Aysén, en oposición a un megaproyecto hidroeléctrico; de Magallanes, por la disponibilidad de gas; de Calama, para la reinversión local de las ganancias de la minería, y de la Confech, decidida a luchar por una mejor educación pública.
COYUNTURA DE EXCEPCIÓN
El precursor de la historiografía social en Chile destacó que con la irrupción de estos movimientos “estamos entrando en una era distinta”, recuperándose, en medio de una crisis de representatividad, la dignidad del ciudadano y el mandato de la asamblea, lo que explica, por ejemplo, que no tengan presidentes ni cúpulas dirigenciales sino voceros.
Pero hay otro elemento fundamental que es nuevo en la historia de nuestro país, sostuvo, ya que “por primera vez tenemos movimientos sociales de dos tipos: unos que operan en base a una asociatividad territorial, como en Calama y Aysén, y otros que responden a una motivación funcional, en el caso de la Confederación de Estudiantes Universitarios (Confech), la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios (Aces) y en alguna medida la Asociación Nacional de Empleados Fiscales (Anef)”.
“Estamos en el inicio de un proceso social que puede tener resultados espectaculares si lo continuamos y si somos conscientes de la lógica de este desarrollo, que es lento y que implica aprender de sí mismo, deliberar en conjunto e ir creando poder”, declaró Salazar.
En este sentido, puntualizó que el naciente fenómeno se da principalmente en provincias o regiones, como en Magallanes, donde incluso levantaron por algunas semanas una estructura de gobierno paralelo, al margen de la Constitución de 1980, y propusieron llamar a una asamblea nacional constituyente para resolver los graves problemas del país, más allá de las dificultades de la economía en la zona austral.
Desde el punto de vista de los sociólogos, añadió, estaría apareciendo de este modo un poder dual, de una comunidad que reacciona ante la triple crisis del actual sistema de dominación del Estado; de ilegitimidad, por tener su origen en el “sangriento golpe” portaliano de 1833; de representatividad, constatada en la falta de credibilidad en la clase política, y de eficiencia, porque “no ha sabido hacer una distribución justa de la riqueza”, configurándose un periodo que los viejos pensadores marxistas llamarían “prerrevolucionario”.
“Entonces, es una situación histórica y estamos viviendo una coyuntura de excepción que eventualmente puede concluir en un proceso de cambios profundos, los que esta vez deberían o podrían ser realizados por la misma ciudadanía mediante los movimientos sociales, y eso también es algo nuevo en Chile”, enfatizó.
En su opinión, el panorama es similar en otros países, sobre todo debido al paso del capitalismo industrial al capitalismo financiero, que ha generado una hegemonía del mercado a nivel mundial y ha afectado el presupuesto estatal de numerosas naciones, desencadenando a su vez movimientos sociales de “indignados”.
En un contexto como éste, recalcó el historiador y académico, solo resta “creer en nosotros mismos y autoeducarnos como ciudadanos, transformando los problemas en propuestas para imponerlas por nuestro propio poder soberano”, algo que ya está haciendo el movimiento estudiantil -con los jóvenes, otra vez, como impulsores del cambio- y que requiere la participación de los demás actores colectivos e individuales de la sociedad.
“El proceso va a avanzar en la medida que trabajemos en esa línea, el movimiento social funciona por sí mismo, y eso implica deberes cívicos para uno, ya sea como profesor, intelectual, trabajador, empleado, agricultor, mapuche o pehuenche”, concluyó.
¿Qué lugar ocupa o que rol cumple la historiografía social en el Chile de hoy?
“Puede ser bien importante, por un lado para apoyar el proceso de autoeducación que la gente está haciendo en sus comunidades y asambleas, porque de ahí surgen preguntas a la historia y uno puede entregarles información que después ellos reciclan en sus propios análisis, y por otro lado, porque la historia social está formando nuevos profesores en las universidades y está saliendo una generación de docentes que transmite eso a los estudiantes de enseñanza media, yo no sé cuánto habrá influido esto en la movilización de los estudiantes secundarios pero la historia social está llegando a los liceos por esta vía, indirecta”.
¿Cómo ve el desarrollo del movimiento estudiantil? ¿Cree que se ha desgastado?
“Creo que el movimiento estudiantil nació sano desde el punto de vista que empezó con la convicción de que la asamblea es la que manda, y como movimiento social está reflexionando y deliberando mucho más, por eso ya no aparece tanto en las calles como antes. Pero no creo que se vaya a debilitar, pese a que está en una especie de introversión para potenciarse mejor, porque los estudiantes secundarios vienen con más fuerza todavía y haciendo las dos cosas: movilizándose en la calle y pensando, por eso creo que el movimiento va a continuar y habrá tiempo para que los actores más viejos puedan sumarse con la misma táctica democrática de base”.
-¿Cuál es su visión del movimiento o la causa mapuche?
“Ha habido un renacimiento del movimiento mapuche porque estuvo disperso desde 1890 o 1900 hasta la Reforma Agraria de Allende, un periodo de casi 80 años en que se urbanizó mucha gente, muchos de ellos adoptaron el español, cambiaron apellidos, se organizaron para tener parlamentarios, etc., en cambio desde la Reforma Agraria comenzaron a despertar un poco los viejos sentimientos mapuches, ha habido una creciente movilización que ha permitido a muchos jóvenes recuperar su idioma -el mapudungun-, su memoria, su identidad y movilizarse en la forma que lo están haciendo”.
“O’HIGGINS NO FUE DEMÓCRATA PARA NADA”
¿Cuál es la mirada de la historiografía social sobre Bernardo O’Higgins?
“La historiografía social pone en primer lugar el protagonismo soberano de los ciudadanos, de ahí mira, y por eso se da cuenta inmediatamente cuando un gobernante no es demócrata, porque no permite la soberanía popular.
Al aplicar este esquema de análisis a O’Higgins resulta que no fue demócrata para nada. Él era el segundo de a bordo de la logia lautarina comandada por San Martin, tenían un plan de organizar en América Latina un gobierno monárquico, se oponían a cualquier movimiento que planteara otra cosa y prohibieron toda movilización ciudadana autónoma.
Ante eso, varios pueblos de Chile se rebelaron y quien asumió esa misma lógica para combatir a O’Higgins fue Manuel Rodríguez, que, no bien controló Colchagua, llamó a elecciones libres de gobernador. O’Higgins prohibió las elecciones libres, desconoció a los gobernadores electos de esa manera y tomó preso a Rodríguez. Por eso el asesinato de Rodríguez se explica porque, no es que no fuera patriota, era demócrata.
En ese tiempo había como 50 pueblos en Chile y todos se autogobernaban con cabildos abiertos porque el gobierno central estaba muy lejano, y si trabajaban en forma de cabildo es que había una práctica democrática, por eso es que después del asesinato de Rodríguez son los pueblos, que se habían acostumbrado a trabajar democráticamente, los que se rebelan contra O’Higgins; se dieron cuenta que el no quería elecciones libres ni democracia, entonces todos los pueblos, tanto los de Concepción como los de Coquimbo, le mandaron una carta diciéndole que desconocían su autoridad y pidiéndole que renunciara y se fuera”.
“Las tres constituciones chilenas -de 1833, 1925 y 1980- han sido construidas por un grupito chico con ayuda de las Fuerzas Armadas, sin participación ni deliberación ciudadana”.
“Nos dicen que, habiendo votos, hay democracia; en estricto rigor eso no significa nada porque vamos a elegir gente que, una vez electa, va a hacer lo que se le ocurra, es decir, eso no garantiza ninguna representatividad efectiva”.
“Estamos viviendo una coyuntura incluso más significativa que la de 1965 o 1973, porque en esos años esperábamos que las vanguardias hicieran el cambio revolucionario, pero todas habían aceptado la Constitución de 1925, que era ilegítima”.
“En la Primera Guerra Mundial y, peor aun, en la Segunda, la hegemonía del mercado demostró que no puede hacer nada, salvo establecer irracionalidad y competitividad a muerte”.
“El Estado hoy día no protege al trabajador, lo deja solo; hoy día el que educa no es el Estado de Chile sino el mercado. El Estado se eclipsó, y por eso nadie cree en los políticos”.
“Los jóvenes tienen una relación virtuosa con la historia, promoviendo el cambio, pero el Estado tiene una relación viciosa con los jóvenes, porque cada vez que han salido a la calle son reprimidos o acusados de subversivos, de anarquistas y, ahora, de terroristas”.